junio 18, 2025

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Morena, el gigante con pies de barro: Noroña y Adán Augusto vs. Monreal por recortes al presupuesto del Senado

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Las tensiones internas de Morena se han convertido en un espectáculo bochornoso que pone en duda la cohesión y estabilidad de un partido que, en teoría, debería estar más sólido que nunca. El más reciente episodio, derivado de la aprobación del Presupuesto 2025 y el recorte al Senado, exhibe una fractura preocupante entre sus principales figuras. Ricardo Monreal, por un lado; y Adán Augusto López junto con Gerardo Fernández Noroña, por otro, protagonizan una pugna que no solo erosiona la imagen del partido guinda, sino que amenaza con socavar la credibilidad de su proyecto político.

El detonante de este pleito es significativo: un recorte de 123 millones de pesos al Senado contemplado en el PEF. Mientras Adán Augusto y Noroña alzan la voz denunciando contratos cuestionables durante la gestión de Monreal al frente de la Cámara Alta, este último responde con auditorías de la ASF que supuestamente están limpias y acusa a sus compañeros de armar un “teatro político”. Entre tanto, el trasfondo no puede ser más evidente: la lucha intestina por el control absoluto de la 4T y sus recursos.

Lo que debería preocuparnos como ciudadanos no es únicamente el intercambio de acusaciones, sino lo que este refleja. Morena, el partido que prometía regenerar la vida pública del país, parece estar atascado en las mismas prácticas que solía denunciar. Las amenazas de destapar contratos irregulares son un arma de doble filo: si los señalamientos son ciertos, ¿por qué no se actuó antes? Si no lo son, ¿qué tan frágil es la lealtad interna para recurrir a estas tácticas?

Y no es cualquier cosa. Los senadores señalan que una empresa en Hidalgo recibió más de 60 millones de pesos anuales por administrar papelería, sin que existan registros claros de los servicios prestados, así como un contrato que se otorgó a otra empresa por un monto de 90 millones de pesos dejó a la Cámara con elevadores que ni siquiera fueron instalados completamente.

Es increíble que, con tal nivel de desconfianza e insubordinación, Morena continúe consolidándose como el partido dominante en el escenario nacional. Esto no es un mérito, sino un síntoma de la debilidad de sus contrapesos (ni hablar de la inexistente oposición) y la falta de alternativas reales para el electorado. Pero, más allá de la política partidista, lo curioso es que en su afán por acaparar el poder absoluto, el partido esté dispuesto a dinamitar su propio movimiento.

Las grietas en Morena no solo son cada vez más visibles, sino que empiezan a socavar los cimientos del partido. La total ausencia de institucionalidad interna es, literal, el sello de la casa. Desconocen un concepto básico de la política: saber estar.

El tiempo dirá si Morena es capaz de superar estas divisiones y recomponer su narrativa. Por ahora, lo único claro es que, en su lucha interna, el mayor perdedor podría ser el proyecto que prometieron construir.

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