¿Que levanten la mano quiénes no degustaron –en su niñez– de una bebida sabor a chocolate como el Choco Milk?
Difícil disponer con certeza quién podría levantar la mano.
Y, más, cuando el producto –promocionado por un personaje simpático y lleno de energía como PANCHO PANTERA–, incentivaba la acción deportiva, la buena nutrición y una vida sana.
Choco Milk nació después de la Revolución Mexicana y fue la primera mercancía que sirvió como suplemento alimenticio.
Cada segundo se vende una bolsa o lata, lo que representa un jugoso negocio.
Por eso, el régimen de la 4T –“con una gran visión”– ha retomado el chocolate como complemento nutricional, en especial para niños; que éstos crezcan seguros de sí mismos, líderes, activos, creativos y con mucha vitalidad.
En México, el surrealismo no solo lo pintó Frida Khalo ni lo escribió Juan Rulfo, también se cuece en Palacio Nacional…que ahora empaqueta tabletas de cacao con sello de “Bienestar”, dizque para una alimentación saludable.
El producto ha provocado más que un dulce sabor, un regusto amargo de sospechas, favoritismos y herencias políticas difíciles de digerir.
Como si el slogan se hubiera creado al ritmo de la Orquesta Aragón (agrupación cubana fundada en 1939), el mensaje parece claro: “Toma chocolate, paga lo que debes”.
Pero ¿quién debe y a quién se le paga?
Porque en esta ecuación, el pueblo compra el producto, pero los que realmente endulzan sus cuentas son otros poderosos ligados al negocio chocolatero que, ¿oooh casualidad?, coincide con el impulso institucional a esta industria.
La polémica no es trivial. No se trata solo de una tableta de chocolate, sino de un sistema que en nombre del “bienestar” favorece a los de siempre, disfrazando intereses familiares bajo etiquetas de autosuficiencia y desarrollo rural.
Se nos dice que se apoya a productores del sureste, que se industrializa el campo, que se promueve lo nacional…pero resulta que los principales beneficiarios están más cerca del árbol genealógico del poder que del árbol cacaotero.
¿Y quién le va a cobrar al poder por este nuevo montaje?
Porque si hay deuda, es con la transparencia, la congruencia y el principio básico de que el poder no debe ser un negocio familiar.
No es la primera vez que la sombra de la corrupción mancha los discursos de honestidad. Ya en el sexenio anterior hubo casas grises, contratos opacos y una serie de beneficios que desdibujaban la línea entre lo público y lo privado.
Hoy, bajo el régimen de la 4T, parece que esa línea no se ha borrado… solo se ha barnizado con sabor acibarado a chocolate con marbete color guinda.
En tanto, la ciudadanía metaboliza la noticia entre indignación y resignación, porque no basta con decir que el cacao es orgánico si las prácticas son tóxicas,
No es suficiente una marca con colores patrios si lo que representa es un negocio endulzado desde el poder para los cercanos al poder.
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