La diputada presidenta de la mesa directiva dijo que el choleño era un “berrinchudo” y un “resentido” que tiene nostalgia por volver a ser lo que alguna vez fue
La política debe ser, por definición, un espacio de diálogo, negociación y consenso; sin embargo, la diputada presidenta del Congreso local, Tanya Carola Viveros Cházaro, parece haber optado por una postura de confrontación que, lejos de fortalecer su liderazgo, lo debilita al mostrarse incapaz de conciliar y respetar las reglas del juego democrático. Su actitud tajante y soberbia, al negarse a tender puentes de diálogo con el diputado Héctor Yunes Landa (pueda o no tener razón en sus reclamos) no solo empaña la dinámica legislativa, sino que también envía un mensaje equivocado a la ciudadanía sobre el propósito de la política como herramienta de construcción social.
Y es que el día de hoy, después de una nueva confrontación, la diputada Carola Viveros expresó a los reporteros que la cuestionaron que ella vislumbra un sesgo de nostalgia en las palabras de Yunes Landa: “Creo que hay un tema de capricho; el diputado en reiteradas ocasiones ha querido interrumpir la sesión para ser él el que dicte. Creo que hay un tema de resentimiento”, sostuvo.
Lo anterior se desprende de que en las últimas dos sesiones del congreso local, Yunes Landa ha subido a tribuna a exigir a la diputada Carola Viveros que se conduzca conforme marca la reglamentación legislativa. La ha señalado de tener un trato diferenciado y agresivo con la oposición y le ha exigido que respete los horarios de inicio de sesiones que se retrasan hasta 90 minutos.
Es evidente que el diputado Yunes Landa, con su estilo confrontativo, no escapa al protagonismo que en ocasiones lo define, una característica que puede resultar desgastante y contraproducente; no obstante, sus señalamientos hacia la conducción de Viveros Cházaro en la presidencia de la mesa directiva no deben ser descalificados automáticamente como “berrinches”, “caprichos” o “resentimientos”. Las críticas sobre el trato diferenciado a la oposición y los reiterados retrasos en el inicio de sesiones merecen ser atendidas con seriedad, pues afectan directamente la transparencia y funcionalidad del congreso.
Resulta lamentable que la diputada, en su carácter de presidenta, desestime cualquier posibilidad de diálogo, escudándose en afirmaciones que rayan en la arrogancia, como su comentario de “no querer parecerse” a Yunes Landa. Más que diferencias personales, lo que debería prevalecer es un compromiso con el cumplimiento de la reglamentación legislativa y con el respeto hacia todos los actores políticos, independientemente de su filiación partidista.
¿No quedaría mejor ella diciendo que las puertas de la presidencia están abiertas al diálogo para todas las expresiones políticas?
En un congreso plural, la apertura al diálogo y el respeto a la diversidad de opiniones no son opcionales, sino esenciales. Mientras ambos actores se mantengan en una dinámica de confrontación y egos, se seguirá perdiendo de vista lo fundamental: trabajar en beneficio de la ciudadanía.
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