En 30 días más debe salir humo blanco de la chimenea cultural de la Universidad Veracruzana.
Por eso, la Junta de Gobierno y la comunidad universitaria, deben poner mucho cuidado en persona que se elija como rector de la máxima casa de estudios.
El perfil académico de Jorge Manzo Reyes es innegable. Es el tipo de curriculum que cualquier Universidad debería valorar.
Ha sido investigador reconocido, con amplia trayectoria en neurociencias, publicaciones y experiencia institucional.
Sin embargo, en este caso, el fondo no puede separarse de la forma. Y el proceso que se ha seguido para elegir al próximo rector está lejos de ser limpio, transparente y democrático.
La Junta de Gobierno prorrogó el mandato de Martín Aguilar en un acto que ha sido ampliamente cuestionado, no solo por su ilegalidad sino por lo que representa: un intento de perpetuar un modelo de poder cerrado y sin contrapesos.
Ante esto, varios aspirantes, incluido el propio Manzo, se vieron obligados a interponer amparos para exigir derecho a participar.
¿Qué clase de autonomía universitaria requiere medidas judiciales para garantizar algo tan básico como la libre competencia?
El artículo en cuestión omite por completo ese contexto. No hay intención de la crisis institucional ni del malestar que esta situación ha generado dentro de la comunidad universitaria.
El doctor Manzo cuenta con credenciales sólidas para llenar ese importante vacío que representa la Rectoría.
La UV no necesita un administrador brillante, sino un rector con carácter, visión y con una clara disposición a devolverle a la Universidad su dignidad democrática.
Porque no basta con tener una buena trayectoria. Lo que Veracruz necesita es un rector que ponga a la comunidad por encima de los intereses políticos.
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