Cuando un periodista londinense bautizó a Margaret Thatcher como “The Iron Lady”, nunca imaginó que, cuatro décadas después y a casi ocho mil kilómetros de distancia, nacería una versión en la tierra de Salma Hayek: Norma Rocío Nahle García.
Cuando la moda se mezcla con la política: una, la baronesa Thatcher, con su inseparable tailleurs azul marino y, Nahle, con indumentaria tradicional de los pueblos originarios.
La mandataria veracruzana rebautizó el “Yes, Prime Minister” en un “Pa´ su mecha, mi Nahle”.
Ambas, eso sí, comparten un músculo político imbatible: si Maggie privatizaba la industria británica como quien despeja fichas de dominó, Rocío –con la misma sonrisa contenida—pule discordias, suma grupos políticos a su causa y suelta a los cuatro vientos “cada quien tiene que hacerse responsable de sus dichos y actos”.
Cada generación tiene su Dama de Hierro. El Reino Unido tuvo a Thatcher que gobernó con cartera en mano, voz templada y mirada que cortaba acero.
Veracruz, por su parte, tiene a Rocío Nahle, quien sin necesidad de sombreros ingleses ni tés de Yorkshire, ejerce el poder con mano firme que recuerda –salvando clima, geografía y protocolo –a aquella primera ministra británica que nunca dio un paso atrás.
Las dos llegaron al poder desafiando estructuras dominadas por hombres, con una mezcla de técnica, ideología y determinación que no admite titubeos.
Pero donde Thatcher decía “The lady´s not for turning”, Nahle podría decir “La señora no recula…ni por cortesía política”.
Desde que asumió la gubernatura ha mostrado un estilo metódico, reservado y sin afán de protagonismos innecesarios.
Prefiere la discreción.
Levanta la voz cuando es necesario, pero no se deja interrumpir por voces apáticas al bienestar popular.
No da ruedas de prensa a diario, pero cada decisión suya deja un eco estrepitoso.
Si Thatcher aplicaba recortes y combatía sindicatos con puño de acero, Nahle lidia con el caos administrativo y político (legado por Cuitláhuac, “El bailarín burrón”), con la misma firmeza, aunque cambiando los discursos parlamentarios por comunicados discretos y órdenes bien ejecutadas.
No le interesa el aplauso fácil ni el trending topic; lo suyo es la política de tornillo, tuerca y sello institucional.
Pero el estilo “firme y en control” tiene sus bemoles. A veces, la sobriedad institucional se confunde con lejanía.
Y es que Veracruz, con su espíritu cálido y vocación festiva, a veces necesita más marimba, más rumba y más danzón que marcha militar.
Lo cierto es que como Thatcher, Rocío no negocia principios, no se deja chantajear por la presión del día a día:
“Que vayan a asustar con el petate del muerto a otro lado, punto…”.
Veracruz necesita una Thatcher tropical, con más lecheros y canillas de “La Parroquia”; con más picadas rancheras que fish and chips, y un poco más de Son Jarocho que de sinfonía de cámara.
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