julio 16, 2025

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La oratoria: el arte de forjar almas y construir destinos

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Saber hablar bien es tan esencial como saber leer y escribir con claridad. La escuela no puede conformarse con enseñar a leer y a escribir: debe, también —y sobre todo—, enseñar a hablar. Porque la palabra dicha, cuando nace del pensamiento profundo y el corazón honesto, es una fuerza transformadora.

El habla es la forma de comunicación más antigua y poderosa de los seres humanos. Sin embargo, no todos logran expresarse con corrección, y muchos menos logran comunicarse con verdadera efectividad. Y es que hablar bien no es solo pronunciar con elegancia; es pensar con profundidad, sentir con verdad y comunicar con propósito.

Siempre he sostenido que la oratoria no es un simple ejercicio escolar ni una práctica decorativa. La oratoria es una herramienta para la vida. Tiende puentes entre las personas, abre puertas hacia el conocimiento, une corazones y construye sociedades. Es un instrumento que dirige los rumbos de la historia y de quienes la protagonizan. Y, sin embargo, en países como México, no se le ha dado el lugar que merece.

Yo no aprendí a hablar en público en el aula, sino en el hogar. Mis primeros discursos los ensayé bajo la guía amorosa de mis padres, y especialmente de mi madre, mi gran maestra en el arte de la palabra. Desde niño, la vida me puso frente a grandes auditorios, frente a presidentes y personalidades; y con los años, la disciplina, los libros, la emoción y la entrega me llevaron a conquistar tres campeonatos nacionales de oratoria.

Pero más allá de mis logros personales —que no menciono por vanidad, sino como testimonio—, lo que más me enorgullece es haber compartido esta pasión con muchas generaciones de niñas, niños y jóvenes. Junto a mi madre, sembramos la semilla de la palabra en cientos de corazones. Varios de nuestros alumnos llegaron a ser campeones nacionales, otros representaron a México en certámenes internacionales y foros de la ONU. Todos ellos descubrieron que la oratoria no es un acto, sino una forma de ser: pensar, sentir, decir y actuar con coherencia, con verdad y con valores.

Recientemente supe que un diputado —al que no tengo el gusto de conocer— ha propuesto que se enseñe oratoria en todas las escuelas del estado de Veracruz. Aplaudo esa iniciativa. Porque enseñar oratoria es formar líderes éticos, ciudadanos responsables, personas con criterio y sensibilidad. Enseñar oratoria es sembrar dignidad.

Si México incorporara la oratoria como asignatura de vida en todos los niveles educativos, no tengo duda: seríamos una potencia mundial en cultura, ciencia, democracia y humanidad.

Por eso, invito a madres, padres, maestras y maestros: enseñemos a nuestras hijas e hijos a hablar con verdad, con belleza y con responsabilidad. La palabra, cuando se cultiva con nobleza, forja los mejores hombres y las mejores mujeres. Y una sociedad que honra la palabra, es una sociedad más justa, más libre y más humana.
| Rubén Ricaño Escobar
Conferencista, orador
y consultor en desarrollo local

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