septiembre 10, 2025

En Esta Hora

Porque la noticia… no puede esperar

Xallitic y Valentín

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En menos de dos semanas, el puente Xallitic de Xalapa se ha convertido en escenario de tres intentos de suicidio. Dos personas consumaron su decisión y, apenas este lunes, elementos policiacos lograron disuadir a una mujer de lanzarse. Un símbolo histórico, turístico y cultural de la ciudad hoy carga con un nuevo título: el puente para el más allá.
El propio alcalde de Xalapa, Alberto Reyes Islas, había declarado horas antes de este último intento, que se reforzaría la vigilancia en ese punto. La coincidencia resulta amarga: la autoridad reconoce la urgencia de cuidar un sitio que ha dejado de ser atractivo por su historia para convertirse en un recordatorio de las fracturas sociales y personales que ahí se exponen.
El doctor Valentín Herrera Alarcón, en su visita a San Andrés Tuxtla este mismo lunes, subrayaba algo que parece escrito para este contexto: la salud no se reduce a la ausencia de enfermedad, sino al equilibrio entre cuerpo, mente y alma. Esa visión integral, recordada desde Hipócrates, hoy se convierte en un llamado urgente. Los puentes que deberían unir, hoy separan vidas de este mundo.
Herrera Alarcón fue claro: cuando la salud falla, también se resiente la economía, el progreso y el desarrollo. Un suicidio no es únicamente una tragedia personal y familiar; es un un vacío que deja secuelas en el tejido social. Una persona que decide acabar con su vida, muchas veces arrastrada por problemas emocionales no atendidos, refleja también la incapacidad de dos sistemas: el primero, el personal, porque la salud (incluso mental) empieza por uno mismo; segundo, el de nuestras autoridades, porque falta mucho para garantizar atención primaria en salud mental.
En la zona de Orizaba, el Puente de Metlac vivió un fenómeno similar: se volvió símbolo de escape, de final anticipado. No fue sino hasta que se tomaron medidas preventivas y se impulsaron campañas de atención, cuando lentamente dejó de ser noticia roja. Lo mismo debe ocurrir en Xalapa: no basta con poner más policías, hace falta abrir más espacios de escucha, prevención y acompañamiento.
Ahí cabe perfectamente la invitación que hace el doctor Valentín Herrera: hacer políticas públicas agresivas, que realmente ayuden.
El doctor Herrera lo advirtió: enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión cargan un alto costo económico, pero igual de caro resulta ignorar la salud mental. La falta de tratamiento, la ausencia de centros de rehabilitación y la indiferencia hacia el equilibrio emocional derivan en pérdidas humanas y económicas incalculables y debilitan aún más el tejido social en torno a la persona que tomó esa decisión en un puente.
Hoy, la Organización Mundial de la Salud estima que América Latina destina miles de millones de dólares a enfrentar las consecuencias de enfermedades evitables, muchas de ellas ligadas al descuido del bienestar integral. El suicidio, en este marco, no es un fenómeno aislado, sino una consecuencia de esa tormenta perfecta: precariedad emocional, abandono institucional y falta de políticas públicas eficaces.
El alcalde anuncia más vigilancia en Xallitic, pero la vigilancia que hace falta no es la del uniforme ni la patrulla: es la vigilancia comunitaria, la empatía y el acompañamiento. Porque nadie se lanza al vacío sin antes haberse sentido vacío por dentro. Ahí es donde las palabras del doctor Herrera cobran fuerza: “la salud es mantener en equilibrio cuerpo, mente y alma”.
Sin centros de atención psicológica sólidos, sin campañas que normalicen pedir ayuda, sin políticas públicas agresivas que dejen de ser “letras muertas”, como advirtió Herrera, el puente seguirá siendo un atajo al silencio. Y la ciudad seguirá lamentando, semana tras semana, tragedias que pudieron evitarse.
La columna vertebral de una sociedad sana no son sus calles ni sus monumentos, sino su gente. Y esa gente necesita más que vigilancia… necesita esperanza, escucha, prevención y la certeza de que el gobierno y uno mismo entiendan que la salud no es un gasto, sino la inversión más alta en desarrollo humano. Porque cuando falla la salud del cuerpo, de la mente y del alma, lo que cae no es solo una persona: es toda la comunidad.

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