Votar o no votar

El dilema sobre si ir o no ir a votar para la nueva integración del Poder Judicial es producto de una muy rijosa discrepancia entre quienes atienden al llamado del gobierno y quienes imputan de confuso ese proceso comicial y le atribuyen efectos demoledores del principio de división de poderes, con consecuencias, dicen, favorables al autoritarismo y la dictadura. Por un lado, desde el gobierno se pontifica respecto de una elección que demostrará al mundo cuán democrático es este país, y en contraste los opositores exhortan a no votar porque lo consideran un exabrupto político del expresidente López Obrador.

Objetivamente, la elección judicial resulta bastante complicada porque en numerosas boletas debe buscarse al candidato por quién se desee votar, lo complica aún más la abundancia de candidatos, muchos de los cuales, ajenos a la plaza pública son poco conocidos, circunstancia que rima con una ciudadanía que se caracteriza por su baja participación en procesos electorales. Al gobierno le interesa una votación sino copiosa al menos con porcentaje que confirme el argumento central de su retórica sobre una reforma judicial decidida por “el pueblo”, aunque en los hechos, para este caso, “el pueblo” ha permanecido ausente en la discusión sobre los perfiles a votar. En su auxilio se han elaborado “acordeones” donde aparecen indicaciones para votar, con anexo de un sinnúmero de nombres previamente escogidos para ser favorecidos por el voto “del pueblo”. Como experimento el formato contribuye al fracaso, como ensayo electoral estará a prueba la capacidad de movilización para trasladar (eufemismo por acarrear) al “pueblo” a las casillas de votación entregándole su correspondiente acordeón y su respectivo lunch.