Mientras revisaba la prensa en los medios digitales, casi todos hablaban de Claudia Sheinbaum Pardo y su primer informe de gobierno, de los empujones en el Senado entre Alejandro Moreno Cárdenas y Gerardo Fernández Noroña, y de las pancartas del PRI en defensa del Poder Judicial, algunos destacaban el discurso de Ricardo Anaya. Entre todo ese ruido político, un título me detuvo en seco: “Sheinbaum es increíble, elegante, hermosa, pero México está dirigido por cárteles, dice Donald Trump”. Mi dedo pulsó el cursor y fui directo al texto.
El contenido no decepcionó. Trump, fiel a su estilo de mezclar elogio con ataque, describió a la presidenta de México como una mujer “increíble”, “elegante” y “hermosa”. Palabras que suenan más ha cumplido de sobremesa que a valoración política. Pero la estocada vino enseguida: “México está dirigido por cárteles”. El contraste entre la adulación personal y la crítica demoledora a la realidad nacional expone, con brutal crudeza, la fragilidad de la narrativa oficial de Sheinbaum.
Más grave aún fue el diálogo que reveló Trump sobre su ofrecimiento de enviar militares estadounidenses a México. Según él, Sheinbaum lo rechazó porque “tiene miedo”. Y aunque se trate de una declaración envenenada, lo cierto es que refleja lo que muchos perciben: una mandataria que evita confrontar de manera abierta el poder real del crimen organizado. Trump no solo habló de su propuesta, habló del miedo como un rasgo de liderazgo en México.
Aquí es donde la entrevista trasciende el simple espectáculo mediático. No se trata únicamente de la arrogancia del presidente de Estados Unidos ni de su afán de proyectarse como el “hombre fuerte” frente a la debilidad ajena. Se trata de cómo las palabras resuenan en la opinión pública: un presidente extranjero diciendo que la mandataria mexicana teme a los cárteles. Es una narrativa peligrosa porque coloca a Sheinbaum no como la comandante en jefe de las fuerzas de seguridad, sino como rehén del crimen organizado.
En su respuesta, durante la “Mañanera del Pueblo”, Sheinbaum trató de matizar y aseguró que la colaboración en seguridad debe ser “cada quien en su territorio” y que no habrá intervención militar extranjera. Un discurso sobrio, diplomático, pero carente de la firmeza que exige la gravedad del señalamiento. Su insistencia en el “combate complejo” al crimen organizado sonó más a justificación que a estrategia clara. Y, en efecto, la imagen que quedó es la de una presidenta acorralada.
Lo inquietante de todo esto es que Trump no improvisa estas frases: lleva años insistiendo que México está controlado por los cárteles y que solo la intervención estadounidense puede resolverlo. Con cada declaración, el terreno para la idea de un “narcoterrorismo” a la mexicana —y su posible intervención militar— se va preparando. El informe de Sheinbaum pudo haber sido un intento de mostrar estabilidad, pero la voz de Trump lo eclipsó con un mensaje demoledor: México no controla su destino.
No puedo dejar de pensar que esta combinación de elogios frívolos y acusaciones letales deja a Sheinbaum en una posición incómoda. ¿Es la presidenta de un país respetado en el mundo, como presume en sus discursos, o la mandataria que “tiene miedo” ante los cárteles, como sugiere Trump? En la política internacional, la percepción lo es todo. Y hoy, la percepción es que México se mueve entre la elegancia de su presidenta y el dominio soterrado de los grupos criminales.
¡Ugh! Cerré el portal y me recargué en la silla reclinable, subí el volumen de la bocina de la computadora y la voz de Silvio Rodríguez me hizo olvidar “la elegancia de la presidenta” para imaginarla en la guerrilla, junto a Gustavo Petro:
“ …Tu amor revolucionario
Te conduce a nueva empresa
Donde esperan la firmeza
De tu brazo libertario
Aquí, se queda la clara
La entrañable transparencia
De tu querida presencia
Comandante Che Guevara
Seguiremos adelante
Como junto a ti seguimos
Y con Fidel te decimos
Hasta siempre, comandante …”
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