A 36 años de distancia nadie, y estoy seguro que ni el propio beneficiado, se traga el cuento de que Carlos Salinas de Gortari ganó la elección presidencial de 1988. Y menos con el 50.36 por ciento de los sufragios, contra el 31.12 por ciento de Cuauhtémoc Cárdenas que, hasta antes de la caída del sistema, iba casi tres a uno a su favor en las votaciones.
Ante tamaño descrédito y ya como presidente, a Salinas le urgía legitimarse y no tuvo que caminar mucho para lograrlo. El 10 de enero de 1989 metió en prisión al poderosísimo líder del sindicato petrolero Joaquín Hernández Galicia “La Quina” y a partir de ese momento y hasta el 30 de noviembre de 1994, no hubo sujeto más poderoso que él bajo el cielo de México.
A diferencia del hijo putativo de Agualeguas, Claudia Sheinbaum ganó sin discusión la presidencia. Llegó legitimada por 35 millones 924 mil 519 mexicanos que le dieron su voto; el 59.7 por ciento de los 60 millones 115 mil 184 que sufragaron el domingo 2 de junio del año anterior.
Pero en contrapunto con Salinas que mientras más avanzaba su sexenio más se legitimaba; mientras más avanza el de la doctora más se deslegitimiza. Salinas necesitó de 41 días para hacerse del poder y Sheinbaum no ha podido en nueve meses que lleva en el cargo.
De que es la presidenta nadie lo duda, como nadie o casi nadie duda que no es de ella el poder presidencial.
Casi todo su gabinete le fue “sugerido” por el señor de Palenque. Al único que le aceptó a regañadientes pero muy acotado, fue al Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, al que odia como a sus pecados.
Ya es un secreto a voces que la llama regularmente para proponerle, insinuarle o de plano ordenarle qué debe decir y qué debe callar. Y van dos ejemplos.
Claudia Sheinbaum tuvo que obedecer y anunciar contra su voluntad, que Hugo López-Gatell se iba como representante de México ante la OMS y Juan Antonio Ferrer Aguilar ex director del INSABI, como nuestro embajador ante la UNESCO.
López-Gatell estaba en la mira de la presidenta para enviarlo a la cárcel como principal responsable de miles de muertes por el mal manejo de la pandemia. Y Ferrer Aguilar iba a correr la misma suerte como responsable del fracaso del INSABI que provocó también miles de muertes por el desabasto de medicamentos. Pero fue obligada a afirmar que ella los había nombrado y lo peor, obligada a defender esos nombramientos.
El Maximato tabasqueño en su máximo esplendor a nueve meses de que López Obrador dejó Palacio Nacional.
¿Y los decomisos de drogas y la detención de maleantes y los golpes al huachicol, no cuentan en favor de la señora? Claro que sí, pero ha tenido que actuar de esa manera por las amenazas del rottweiler que funge como presidente de Estados Unidos, no porque los haya ordenado su disgustado patrón.
Para colmo eso no ha bastado.
Jeffrey Lichtman, el abogado de Ovidio Guzmán, la acusó de ser “publirrelacionista” de los delincuentes (lo que es una grosera falacia). Y Donald Trump le dijo que está feliz por su lucha contra el narco, pero sigue llegando a Estados Unidos fentanilo procedente de nuestro país así que con la pena, van los aranceles a los productos mexicanos.
Claudia Sheinbaum está atada de manos. Tiene estrictamente prohibido mal mirar siquiera a Rubén Rocha Moya, el gobernador de Sinaloa acusado hasta por el mismo Mayo Zambada de ser narco gobernador. Sin embargo, fue a Sinaloa y desde ahí le contestó a Lichtman. Sólo que la foto y el mensaje fueron pésimos ya que Claudia se defendió teniendo de testigo a Rocha Moya. También fue pésimo que el gobernador de Sonora Alfonso Durazo, saliera en defensa de la presidenta cuando es señalado de nexos con el narco por el gobierno norteamericano.
¿Por qué fue Claudia a rosarse con ese par de sujetos en un momento tan delicado?
De seguro porque se lo ordenaron.
Reitero lector, cada día que pasa la legitimidad de la presidenta se desvanece, pues cada día son más los que la acusan de ser vocera (por decirlo suavemente) de Andrés Manuel López Obrador.
Un analista político me dijo este fin de semana: “Claudia tendrá que dar un golpe muy fuerte sobre el escritorio y encarcelar a delincuentes incrustados en su gobierno y a los del gobierno anterior, pero ese golpe tiene que pasar forzosamente por Palenque. Mientras no lo haga, más que pasar a la historia como la primera mujer presidenta, lo hará como títere del anterior presidente. Y esas son pésimas noticias no sólo para el país, sino para una mujer tan inteligente”.
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Seamos buenos promotores del Bello Veracruz.