A propósito de las generalizaciones que se expresan sobre la “Generación de cristal” también conocida como Generación Z, término acuñado por la filósofa española Monserrat Nebrera para los hijos pertenecientes a la Generación “X”. Niños nacidos entre el 2000 y el 2015, que se alimentan emocionalmente en gran medida de la introyección, para configurar su generalidad. Describe a jóvenes que son percibidos como especialmente sensibles y con baja tolerancia a la crítica o situaciones adversas, con un porcentaje más alto de lo usual para escoger salidas falsas ya sea en la consecuencia de sus estados depresivos o para encausar sus vidas por senderos en apariencia fáciles, sin mayor preocupación, pero que no les solucionará a futuro la estabilidad de sus vidas.
Sostienen retos absurdos para demostrarse a sí mismos y demostrar a los demás su valía, y para aumentar su autoestima. Introyectan frases de casa, de papi o mami, o de alguna persona que admiran, como una autodefensa. Y descargan en sus padres la responsabilidad de sus vidas. Sin embargo, estas etiquetas en ocasiones pueden ser exageradas, simplistas y estigmatizantes debido a que muchos niños y adolescentes son capaces de reflejar cambios sociales importantes, como una mayor conciencia de la salud mental y la importancia del bienestar emocional.
Es posible que estas manifestaciones emocionales se hayan incrementado después de la pandemia y el reclutamiento involuntario en casa o los lugares escogidos por los mayores, quienes también sufrieron las consecuencias del retiro social y del temor acrecentado dentro del resguardo para evitar el contagio. No se puede detener el transcurrir de la vida sin que de una u otra manera existan secuelas indeseables que pudieran sufrirse.
En psicología la introyección es un proceso inconsciente donde una persona internaliza actitudes, valores, creencias y comportamientos de otra persona. Esto es normal si consideramos que las personas que nos rodean y el entorno en que vivimos influyen en la construcción de nuestra identidad. Pero el problema surge cuando se adopta esa otra personalidad como si fuera propia y a través de ella se alinean las necesidades y deseos personales sin un filtro crítico, que podría conducir a la confusión entre lo propio y lo ajeno, y condicionar la forma de relacionarse con el mundo.
La confianza en el ser humano siempre debe existir. Es importante recordar que no todos los miembros de la Generación Z son iguales y que cada individuo tiene sus propias características. Estos niños crecieron en la era digital y por lo tanto son nativos digitales. Varios muestran un mayor interés y preocupación por problemáticas sociales como el cambio climático, la desigualdad y los derechos humanos.
Reflejan cambios culturales en referencia con las emociones, la tolerancia a la frustración y la búsqueda de entornos más seguros, inclusivos y equitativos, reclamando acortar los espacios para el acoso y la discriminación. El escenario se endurece si recordamos la modernidad líquida de Bauman y la incertidumbre como realidad actual, según Morin, sin desdeñar el recorrido que ilustra Yuval Noah Harari desde la incipiente condición de animales bípedos a la alta expectativa contemporánea de creerse dioses.
Es crucial en esta época que los niños y adolescentes desarrollen su propio criterio y aprendan a diferenciar entre lo que es adoptado de otros (que ya les ayudó con un mapa para entender lo que les rodea) y lo que es parte de su verdadera identidad, su comprensión de la sociedad y el pensamiento que guiará su personal interpretación del mundo y de la vida.
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