El rector Martín Aguilar y sus corifeos han utilizado todos los recursos mediáticos que controlan en la Universidad Veracruzana para tratar de imponer la percepción de que es legal la Consulta que convocó la Junta de Gobierno, con la que supuestamente la comunidad universitaria se expresaría con toda libertad y sin presiones sobre el tema de la también ilegal prórroga que se inventaron los asesores de la Rectoría.
Según los genios incomprendidos e incomprensibles que impulsan un segundo periodo de Martinillo en pase directo, la famosa Consulta de la Junta de Gobierno sería el instrumento para que los estudiantes y los maestros dieran su voto a favor y con ello darle un tinte de legitimidad a partir de una jugada legaloide que transgrede flagrantemente las leyes de la UV.
Ni la Ley Orgánica, ni el Estatuto General, ni la Ley de Autonomía dicen explícitamente que la Junta de Gobierno puede otorgar una prórroga al Rector en turno por otro periodo de cuatro años. Un problema de redacción se presentó en las tres leyes cuando quienes las formularon -abogados muy propios y otros especialistas, pero ningún lingüista- se equivocaron al emplear la palabra “prórroga” cuando quisieron decir que cabía la posibilidad de que el Rector se reeligiera por una sola vez.
A partir de ese término mal puesto, los asesores rectorales, cual leguleyos que tuercen la ley sin comedimiento, vieron la oportunidad de esgrimir un argumento legaloide que trataron de sustentar con otras mentiras del mismo talante.
Al igual que hacen sus modelos de la Cuarta Transformación, los martinistas lanzaron una campaña en los medios que controlan y a través de las redes para convencer a los universitarios de que todo era legal, de que las leyes autorizaban la prórroga hechiza y de que, válgame, Martín había sido el mejor Rector que ha tenido la UV, cuando la realidad y las cifras dicen claramente todo lo contrario.
Con su paladín inventado, con su tigre de papel a cuestas, los martinistas quieren apoderarse de la Universidad a base de cochupos, de mentiras, de amenazas a funcionarios, a consejeros, a alumnos, a docentes y a la base trabajadora.
En su malsana tozudez, la Junta de Gobierno intenta cumplir los deseos del Rector saliente, y van a llegar hasta el peor final de esta aventura que sólo ha traído desgracias a la casa de estudios.
Ahora, la Junta, el Rector y su grupo están quemándose los sesos para ver cómo van a presentar como un éxito rotundo la Consulta, y cómo harán que la comunidad y la ciudadanía crean las cifras alegres que van a presentar.
Con su frivolidad y su desconocimiento de la ética y la moral, los ambiciosos encabezados por Martinillo van a terminar despertando a la bestia centenaria… y es un monstruo apocalíptico que otros van a tener que calmar… o más bien otra.
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