septiembre 10, 2025

En Esta Hora

Porque la noticia… no puede esperar

Irma

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Mataron a una Maestra.
Mataron a una Taxista.
Mataron a una Jubilada.
Mataron a una Mujer.
Su error: negarse a pagar piso.
El caso de Irma Hernández Cruz no es sólo una historia dolorosa, es una evidencia brutal del fracaso del Estado. No se trata únicamente de otra víctima de la delincuencia organizada, sino del grado de descomposición social y política que vivimos.
La saña, la humillación pública, el mensaje aterrador que se difundió a plena luz del día –con toda intención– debieran ser suficientes para paralizar a la opinión pública y exigir acciones inmediatas. Pero no. Pareciera que nos acostumbramos a “la realidad” que nos dice el Gobierno que vivimos.
Primero, fue interceptada por un grupo armado mientras trabajaba, porque sí, ruleteaba como lo hacen miles de personas que se ganan la vida de manera honrada.
Después, la vimos arrodillada, sin rostro pero con cuerpo y voz, obligada a repetir un mensaje que no solo la hacía frágil, sino que buscaba sembrar terror en un gremio entero.
Finalmente, apareció muerta. Ejecutada.
La indignación es selectiva. Las redes sociales se inflaman más rápido por un insulto en un debate político, por un exabrupto de algún legislador, o por una disputa partidista envuelta en falso feminismo.
Es más rentable políticamente defender a una figura pública que a una mujer anónima que vivía del trabajo duro. Ahí tenemos el “Dato Protegido”, donde el mismo Sergio Gutiérrez Luna asegura que se trata de una campaña contra su esposa.
Mientras tanto, desde el Congreso de la Unión es más fácil despedir entre aplausos a Ozzy Osborne que levantar la voz por Irma.
Desde los partidos, desde los colectivos, no escuché una voz por Irma. No hubo pancartas. No hubo trending topics.
Resulta que hoy es más escandaloso ser acusado de violencia política de género que permitir que una mujer sea levantada, humillada y ejecutada frente a todos. Pregúntenle a Mara, a Eli, a Diana Karina.
Hoy, parece más digno de linchamiento social un meme o una declaración torpe como la del Chicharito, que un acto de barbarie que debería sacudirnos el alma.
Y sí, hasta pareciera que ya aceptamos esta realidad. Una donde el asesinato de un músico famoso se lamenta más que el de una mujer trabajadora. Una donde los gremios callan. Donde no vimos a maestros exigiendo justicia por su colega. Donde los taxistas prefirieron evitar el conflicto, porque tal vez –y con razón– temen ser los siguientes.
Y las organizaciones que se dicen defensoras de los derechos de las mujeres, ¿dónde están? ¿Por qué el silencio? Tal vez porque esta mujer no era útil para sus causas, porque su caso no abonaba a sus narrativas. Tal vez porque Irma no servía como bandera.
Irma Hernández Cruz nos deja dos verdades terribles.
La primera: trabajar con dignidad no te protege en un país donde el crimen impone reglas y castigos a su antojo, sin consecuencias.
La segunda: el crimen organizado ha dejado de ser sólo un fenómeno delictivo; es un aparato de control social que impone miedo, silencio y sumisión. Si eso no es terrorismo, entonces es que el Estado ya cumplió su función: nos convenció de que su abandono es la normalidad… su realidad.
Y en ese abandono y en esa realidad, hoy mataron a una Maestra. A una Taxista. A una Jubilada. A una Mujer. A todas.

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