Ciudad del Vaticano.— La mañana del 21 de abril, el papa Francisco falleció tras una serie de complicaciones médicas que culminaron en su deceso. Aunque durante semanas se había especulado sobre su estado de salud, fue hasta después de su muerte que el Vaticano detalló las verdaderas causas: ictus cerebral, seguido de coma y un colapso cardiovascular irreversible.
Si bien el pontífice, de 88 años, había superado recientemente una neumonía bilateral que lo mantuvo hospitalizado durante un mes, su estado general de salud continuaba siendo frágil, lo que habría facilitado el desarrollo de nuevas y más severas complicaciones.
¿Qué es un ictus cerebral?
El ictus cerebral, también conocido como accidente cerebrovascular (ACV), ocurre cuando el flujo sanguíneo al cerebro se ve interrumpido, ya sea por la obstrucción de una arteria (ictus isquémico) o por la ruptura de un vaso sanguíneo (ictus hemorrágico). Esta condición es una emergencia médica, ya que las neuronas comienzan a morir al cabo de pocos minutos sin oxígeno.
En el caso del papa Francisco, el ictus provocó daños severos que lo llevaron a un estado de coma. Estos episodios pueden generar parálisis, pérdida de funciones cognitivas, y en escenarios graves —como este—, dejar al paciente sin capacidad de respuesta consciente.
El colapso cardiovascular irreversible
La segunda complicación letal fue un colapso cardiovascular irreversible, una condición crítica en la que el corazón pierde su capacidad de bombear sangre de manera efectiva, lo que priva a los órganos vitales del oxígeno necesario para sobrevivir. Es considerado la fase previa al paro cardíaco, y en este caso, fue el desenlace final del pontífice.
Este tipo de colapso suele ser consecuencia de fallas múltiples en el organismo, donde el sistema circulatorio ya no responde a estímulos ni tratamientos, haciendo imposible revertir la condición clínica del paciente.
¿Hay relación entre el ictus y su reciente neumonía?
Aunque superó la neumonía que lo afectó semanas antes, se cree que el deterioro general de su organismo, posiblemente agravado por intervenciones previas, pudo favorecer la aparición de este evento vascular. No obstante, el Vaticano no ha revelado si existió una causa directa que desencadenara el ictus.
El fallecimiento del papa Francisco fue confirmado mediante una prueba de electrocardiograma, utilizada para registrar la actividad eléctrica del corazón.
Con este desenlace, el mundo pierde a un líder espiritual que marcó una etapa de apertura y transformación en la Iglesia católica, mientras se abre el proceso canónico y protocolario para elegir a su sucesor. Pero más allá del simbolismo religioso, su muerte también deja una lección médica sobre la fragilidad humana ante afecciones que, sin previo aviso, pueden ser letales incluso para quienes superan enfermedades graves.
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