La advertencia ya fue lanzada. Dos liderazgos políticos, dos escenarios y una misma historia que refleja las tensiones al interior de Morena, el partido que no solo gobierna Veracruz, sino también el país. Las mandatarias, tanto Rocío Nahle, a nivel estatal; como Claudia Sheinbaum, en el plano federal, han tenido que salir a apagar fuegos y dejar claro que las disputas personales no pueden convertirse en un espectáculo que erosione su movimiento.
En Veracruz, la gobernadora Nahle dio un manotazo sobre la mesa. La disputa entre Esteban Bautista Hernández y Juan Javier Gómez Cazarín escaló tanto que la mandataria estatal tuvo que intervenir públicamente, recordándoles que los veracruzanos no quieren “escándalo” ni “protagonismo”. Nahle adoptó su papel de jefa política para detener, al menos en apariencia, las rencillas internas. Lo hizo con firmeza, aunque con una advertencia peculiar: si van a pelear, háganlo en privado. ¿Cómo se interpreta esto? Probablemente como una exigencia de disciplina, pero también como un intento por contener las fracturas que podrían debilitar la recién estrenada gobernabilidad y, en el fondo, la imagen del partido.
La situación en Veracruz se agrava con las acusaciones que detonaron el conflicto: un presunto sobreprecio en la compra de 50 tablets durante la pasada legislatura que, según Bautista, habrían costado más de 140 mil pesos cada una, mientras que Cazarín se hace el occiso. Más allá del pleito, queda la obligación de aclarar si hubo o no manejo indebido de recursos y que se llegue hasta las últimas consecuencias.
En el ámbito federal, la presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta un escenario similar con Adán Augusto López y Ricardo Monreal. Los recortes al presupuesto del Senado desataron la furia de López que no se aguantó y, desde la tribuna más importante del país, lanzó fuertes acusaciones en contra de Ricardo Monreal y su administración al frente de la Jucopo. Sheinbaum, como Nahle, también minimizó el conflicto y pidió calma, al tiempo que emplazó a los implicados a resolver las denuncias “por las vías correspondientes”; es decir, lejos del estrado público. Por lo pronto, Sheinbaum ya convocó a sus partes a Palacio Nacional donde, al menos en apariencia, parece que firmarán una tregua.
Las acusaciones de contratos irregulares y auditorías se cruzan con otro trasfondo político: una lucha por posicionarse como los dueños del rumbo de la Cuarta Transformación. En este teatro político, los legisladores elevan la voz, pero ¿están conscientes de que podrían debilitar la unidad que dicen defender?
No hay que dejar de vista que ambos escenarios, tanto en Veracruz como en el altiplano, reflejan cómo las ambiciones personales comienzan a hacer mella en la estructura política de Morena. Nahle y Sheinbaum, cada una en su terreno, han salido a “reprender” a los actores en disputa, pero queda la duda: ¿harán caso a sus jefas políticas, aunque sea por guardar las apariencias? O ¿seguirán socavando desde dentro un movimiento que, más que adversarios externos, parece tambalearse por las grietas que sus propios integrantes están cavando?
La respuesta aún está por verse, pero una cosa es cierta: su militancia no puede permitirse el lujo de elevar los conflictos internos porque, a la larga, será un lastre que acabará pasando factura en las urnas. El tiempo, y los intereses, dirán quién prevalece: el proyecto de la 4T o las ambiciones personales de sus protagonistas.
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