“Otra victoria como esta y tendré que regresar a Epiro solo”, dice la historiografía en la narrativa de los enfrentamientos entre las huestes comandadas por Pirro, rey de Epiro, y tropas romanas. Otra versión adorna mejor la frase: “otra victoria como esta y estamos perdidos”, aunque el sentido es el mismo porque la victoria mermó considerablemente las filas del ejercito de Piro, quien regresó aparentemente triunfante a su pueblo, pero severamente diezmado. Esa evocación es a propósito de nuestra muy conflictiva realidad internacional, a la cual la globalización mediática nos permite conocer casi en vivo lo que ocurre en cualquier lugar del planeta. Es el caso del reciente conflicto bélico entre Irán e Israel porque este país eliminó al selecto grupo de científicos nucleares y a la cúpula de militares iraní en un muy bien concertado ataque con precisión milimétrica. Irán respondió con misiles balísticos contra Israel para evitar la escalada el gobierno estadunidense intervino drásticamente y bombardeó instalaciones nucleares de Irán obligando a concertar un alto al fuego entre las naciones en conflicto. Pese a ese episodio en el que llevó la peor parte, el Ayatola Alí Jamenei, líder supremo de Irán, pronunció un discurso triunfalista: «El régimen sionista quedó prácticamente noqueado y aplastado bajo los golpes de la República Islámica», Estados Unidos «no fue capaz de lograr nada significativo en sus ataques a las instalaciones nucleares iraníes», Israel «casi colapsó» por el ataque iraní. Y abundó: «La República Islámica… asestó a Estados Unidos una dura bofetada” «Estados Unidos intervino en la guerra «porque vio que, si no lo hacía, el régimen sionista acabaría completamente destruido». No nos involucramos en cómo hayan quedado las partes en conflicto, solo destacamos el discurso.
Porque sirve de referencia para reflexionar acerca del discurso que los gobernantes de “pueblos buenos y sabios” utilizan para convencer de la bondad de sus acciones, que quizás carezcan de asociación con la realidad. Caso clásico lo observamos en México: López Obrador nos aseguró haber terminado con la corrupción, también declaró el fin del huachicoleo; prometió regresar al ejército a sus cuarteles y por el contrario les otorgó contrato de obra pública ilimitadamente, durante seis años ofreció abasto de medicinas en hospitales del Sector Salud, pero ese es ya un expediente transexenal; en el discurso ofrecía servicios médicos equiparables a los del primer mundo y aun ahora es sideral la distancia para conseguirlos; durante el gobierno de AMLO la inseguridad y la violencia aumentaron exponencialmente y los generadores de violencia se metieron hasta la cocina en ámbitos del poder público, según nos dicen desde allende el Bravo. El Tren Maya no recupera ganancias ni para su subsistencia, se hará el intento de salvarlo agregando un tren de carga; Mexicana de Aviación no despega, vive del subsidio gubernamental; el AIFA no ha sido capaz de convertirse en alternativa del aeropuerto Benito Juárez. Las finanzas públicas están en déficit y obliga a adquirir más deuda. La inseguridad y la violencia, el desabasto de medicinas, una economía en crisis, son expedientes que el discurso oficial soslaya dibujando a cambio un México que se transforma para bien. Quizás lo peor no es la mentira, sino que encuentra oídos complacientes.
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