El sentido deceso del Santo Padre, Francisco (Jorge Mario Bergoglio), me hizo recordar –de golpe y porrazo– los años que laboré en Televisa.
Ahí tuve el privilegio y la gran responsabilidad de coordinar la producción informativa de los corresponsales nacionales e internacionales.
Con cariño, respeto y emoción recuerdo a Joaquín Peláez, María Elena Rico y Alberto Peláez (España); Érika Vexler y Ariel Roffe (Medio Oriente); Yolanda Sánchez y Máximo Mewe Fano (Washington); Jesús Hermida Ruiz y Roberto Queeblen (Nueva York); Horacio Solá y Jorge Fernández Costa (Argentina); Guillermo Restrepo Cortés (Colombia); Humberto Castellanos (Inglaterra); Federico Knoublak (Alemania); Carlos García (Texas) y Ricardo Ñique Cornelio y Valentina Alazraki (Italia-Ciudad del Vaticano), entre otros.
Y los recuerdos se arremolinan en mi mente al ver plasmado mi nombre en el equipo cercano al jefe, al reportero, al poderoso ejecutivo, al hombre de la corbata negra, a Jacobo Zabludovsky.
No fue fácil ingresar al grupo estrella de este programa estelar noticioso. Y no fue fácil porque un servidor provenía de la creación de un hombre con un talento virtuoso de la comunicación, del cine, de la caricatura, de la gastronomía y hacedor de libros: me refiero a Paco Ignacio Taibo I.
Por eso, al renunciar Taibo I –por motivos que me reservo–, me aconseja quedarme en la empresa.
Jacobo, era ventarrón no pocas veces, torbellino otras e implacable consigo mismo y con los demás en busca de información privilegiada. Era especial para arremeter contra uno de sus colaboradores. A veces lo hacía con severa sorna y otras con gran sentido del humor.
El presidente de Televisa, Don Emilio Azcárraga Milmo, mejor conocido como “El Tigre”, era imponente y querido; respetado, generoso y temido.
De aquella pléyade de periodistas que laboraron en el extranjero para Televisa, subsiste, con gran pasión a su trabajo, Valentina Alazraki, la decana de los corresponsales en Ciudad del Vaticano.
Hoy, verla una vez más en la cobertura de la sucesión papal –al lado del talentoso y reconocido amigo periodista Joaquín López Dóriga–, tras la muerte del Santo Padre Francisco, confirma su vigencia, compromiso y autoridad en el tema.
Como responsable del área internacional de los noticieros de Televisa, me enorgullece haber coordinado parte de su trayectoria y de haber compartido coberturas históricas que siguen resonando hasta hoy.
Vivimos la muerte de Paulo VI (Giovanni Battista Enrico Antonio María Montini); la llegada de Juan Pablo I (Albino Luciani) y su muerte; la entronización y deceso de Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyla), que marcó un antes y un después en la historia del pontificado moderno.
Fue ahí donde quedó claro su olfato periodístico, su capacidad de análisis y su cercanía con las fuentes vaticanas, que la han distinguido desde entonces.
Valentina no solo informa; interpreta, contextualiza y honra el oficio con rigor y profundidad.
Hoy, le toca despedir a otro de sus entrañables amigos que hicieron leyenda: el primer Papa latinoamericano, el protector de los pobres, el Santo Padre Francisco.
Pero, Juan Pablo II, el de la mirada tierna, fue su consentido. Lo viví.
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