El ya esquematizado personaje, catalogado como perdedor de elecciones, Alejandro Moreno– alias “Alito”, estuvo en Sinaloa donde pidió a la ya escasa militancia priista a mostrarse “valiente” para sacar adelante los propósitos de su ya desvencijado partido, convertido en rehén de sus propósitos y ambiciones personales. Así percibe la opinión pública al dirigente nacional priista, a quien desde su arribo a la cúpula de ese partido el denominador común ha sido la derrota en todos los procesos electorales en que ha participado. De ocho gobiernos estatales que el PRI mantenía como área de influencia cuando Moreno se agandalló la dirigencia nacional priista ahora solo gobierna en Durango y Coahuila, enclaves electorales de bajo rango. Quien suponga que desde esa plataforma el PRI pudiera emprender su retorno a la competitividad electoral no sopesa en justa medida la gravedad de las circunstancias imperantes en esa gran organización política de gran historial. Porque ningún otro partido de los ahora con registro puede presumir de la historia de éxitos políticos acopiados por el PRI, mucho menos de alcanzar la calidad de gozne histórico sobre el cual giró gran tramo de nuestra evolución política nacional, eso ya forma parte de la historia del México del siglo XX.
Ahora, el PRI parece herido de muerte. Su decadencia comenzó a notarse en 1988 pues no pudo solventar los efectos de la ruptura habida en 1987 cuando de su seno de desgajó parte importante de su ala izquierda. Tras la crisis electoral de 1988 se escucharon voces de alerta al interior del PRI, hubo un intento por abrir la válvula de presión cuando Colosio al frente del PRI quiso modificar la CNOP transformándola en “UNO”, pero fue intensa la reacción a su interior en rechazo al cambio, la moción no prosperó pero con la exitosa identificación de las acciones priistas respecto al Programa de Solidaridad el PRI recuperó fuerzas ganando la elección intermedia de 1991 al obtener una mayoría absoluta e incontrastable en la Cámara federal de diputados. Cuando en 2000 el PRI perdió la presidencia de la república se dijo que este partido “no estaba dialogando con la sociedad”, Roberto Madrazo fue uno de los voceros más destacados de ese momento en reclamo de una actualización priista. Pero en 2006 este personaje sufrió descomunal derrota cuando siendo candidato del PRI a la presidencia de México fue relegado al tercer lugar, en mucho debido al retraimiento de gobernadores priistas reacios a apoyar a Madrazo. Entonces se volvió a escuchar que “el PRI no estaba interpretando la voz popular” con la respectiva recomendación de comenzar a transformarse. Pero llegó 2012 y la estrategia mediática tuvo éxito porque con la oposición desunida (el PAN y el PRD compitieron por separado), el PRI logró restaurarse en el poder con Peña Nieto. Entonces se especuló sobre la extensión de la hegemonía priista al siglo XXI, un sueño convertido en pesadilla a partir de 2018 cuando MORENA con López Obrador como abanderado derrotó al PRI y al PAN. A partir de ese entonces el PRI perdió aceleradamente dominio territorial, y de 18 entidades ahora gobierna solo dos con peso electoral muy relativo. En supremo menoscabo, en la dirigencia priista opera un grupo de interés dedicado más que a recuperar lauros perdidos a conservar canonjías. Con ese lastre ¿de qué manera pudiera el PRI recuperar los ensanchados espacios de poder de antaño? La respuesta casi todos la conocemos.
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