En sus vitriólicas mañaneras AMLO privilegió un discurso, aparte de falaz, cargado de odio hacia sus adversarios políticos, calificándolos incluso como sus enemigos. Esa metralla cotidiana preñada de insultos y descalificaciones contra quienes no coincidieron con sus propósitos engendró una polarización que las actuales circunstancias están develando como una locomotora transitando en sentido contrario al diseñado por el expresidente. Se manifiesta objetivamente en la manta desplegada en el salón de sesiones del senado de la república por el grupo parlamentario del PRI. En esa manta con imágenes de personajes de Morena, encabezados por el expresidente López Obrador y colaboradores en su gobierno a quienes se cataloga como integrantes del “Cártel de Morena”. Lo peor radica en que la rumorología nacional recoge del imaginario colectivo esos nombres como si efectivamente mantuvieran vínculos con la delincuencia: allí aparecen Adán Augusto López, Bartlett, los gobernadores de Sinaloa y Tamaulipas, y los exgobernadores de Veracruz y Chiapas. “El narco-gobierno que padece México” dice como la leyenda central, y más abajo: “La pandilla de narco-ratas”. Si bien es alarmante llegar a esos extremos de antagonismo político, se explica como una devolución en paquete de aquellas encendidas injurias lanzadas desde las mañaneras palaciegas.
Todo ocurre en el contexto que obliga a la presidenta Sheinbaum a insistir en que no hay diferencias con su antecesor. Viene a cuento porque el embajador estadounidense, Ronald Johnson, calificó de “audaz” el cambio en la estrategia de seguridad pública implementado por el actual gobierno, diametralmente diferente a la de Abrazos no balazos de AMLO, a lo cual la presidenta responde que es “una siguiente etapa” y “no tiene por qué decirse que hay un rompimiento” … “Ya saben que cuando quieren diferenciarnos no lo permitimos, porque somos un proyecto. Hay una intención, no sé si es del embajador, no lo voy a atribuir a él ni mucho menos, pero sí hay una intención de los comentócratas de aquí, de generar la condición para que yo pudiera decir: ‘no somos distintos´”. Pero, es obvio, la diferencia es manifiesta, aunque a la vez debe reconocerse la incomoda circunstancia en que se encuentra la presidenta pues, por un lado debe atender su compromiso político con un proyecto de nación que su Movimiento intenta instaurar, pero se encuentra rodeada por quienes AMLO colocó en torno suyo y operan como camisa de fuerza. Por otro lado, su gobierno debe atender las presiones devenidas allende el Bravo para desmantelar la enorme red de complicidades entre políticos, funcionarios y empresarios vinculados al crimen organizado, sustentada dicha presión en información de inteligencia que lo comprueba los desaseados vínculos. Pero la cuerda se está tensando.
Imagen de portada : Rostros y Perfiles de BC
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