Por más que “repita no me rajo”, el discurso suena más a defensa anticipada que a una verdadera muestra de fortaleza.
La presidenta Sheinbaum asegura que “ni consignas ni leperadas” la debilitan, y que su proyecto de transformación seguirá “a pesar de quienes buscan frenar el cambio”.
Pero sus palabras, lanzadas tras la protesta del 15 de noviembre, dicen mucho más del nerviosismo del poder que de su supuesta firmeza.
La mandataria minimiza la movilización ciudadana: “Participaron pocos jóvenes y muchos adultos”, dijo con tono de quien se niega a ver lo evidente.
La protesta fue plural, diversa, y ya no sólo de jóvenes que heredaron la inconformidad; también de adultos que han recuperado la voz.
Reducirla a una marcha sin relevancia es el autoengaño de quien no quiere escuchar el mensaje que vino directo desde las calles; hay un país cansado, harto y decepcionado.
Sheinbaum denunció un plan para provocar a la policía, hacerlos reaccionar y montar la escena de una represión inexistente.
¡Qué conveniente narrativa!
Si la policía contuvo sin excesos, fue gracias a que la ciudadanía decidió protestar en paz.
Pero la presidenta, fiel al libreto que aprendió de su mentor, insiste en el complot perpetuo, el enemigo imaginario, la “mano negra” que todo lo mueve.
Es más fácil culpar al pueblo que reconocer que el desencanto crece incluso entre quienes confiaron en la 4T.
Ese doble discurso –fuerte y frágil a la vez—es ya sello de la casa: descalificar al adversario mientras se victimiza ante cualquier crítica.
Así han gobernado. Llamando “golpistas” a quienes señalan errores, tildando de “corruptos” a quienes disienten, acusando de “manipulados” a quienes protestan. Y a todos que no aplauden los califican de “conservadores”.
Pero la realidad no se calla. La inseguridad pulveriza vidas, la economía ahorca bolsillos, hospitales sin medicinas, universidades sin recursos…
¿Quién se está rajando en realidad?
¿El ciudadano que sale a las calles a exigir respuestas, o el gobierno que se esconde detrás de slogans?
La presidenta dice que no se raja. Ojalá esa firmeza fuese para enfrentar la violencia que desgarra al país y no para desautorizar a los que marchan con la esperanza –todavía—de un México que escuche, dialogue y gobierne para todos.
Porque, en democracia, no se trata de no rajarse, se trata de no darle la espalda a la verdad.
Imagen de portada: Registro cultural de Rafaela// https://www.rafaela.gob.ar/
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