Los de Morena no saben gobernar teniendo una oposición fuerte y menos con congresos en los que no tengan mayoría aplastante.
¿Qué implica esto además de falta de democracia y tendencia al autoritarismo?
Pues entre otras cosas implica que si en la oposición están relamiéndose los bigotes porque creen que en 2027 vendrá su revancha, tras lo visto electoralmente este año en Durango y sobre todo en Veracruz, lo más probable es que se lleven un tremendo chasco, al menos parecido al sufrido en la elección presidencial de 2024.
Morena -es la apreciación de especialistas y políticos que vivieron de cerca el proceso de las elecciones del año pasado- ganó haciendo trampa, acaso con el más grande fraude electoral cometido en el México moderno.
¿Y por qué si fue tan grande el fraude no hubo protestas como las realizadas en 1988, cuando fue concretado otro gran robo en la elección presidencial?
En esta ocasión, quien organizó la estrategia para ganar, tomando en cuenta los problemas generados por los robos en otros comicios, ordenó que los triunfos en los distritos y en la elección presidencial fueran aplastantes, nada de que por poca diferencia.
Así las cosas, la oposición, con tan grande diferencia en los resultados, quedó aturdida, noqueada y silenciada, igual que la ciudadanía que estaba y está en contra de la llamada 4T y que antes de las votaciones salió a protestar como pocas veces se ha visto en México.
Y como la oposición fue incapaz de tener representantes ya no digamos en todas las casillas sino siquiera en un alto porcentaje de éstas, pues no tuvo forma reclamar, menos de hacer prosperar sus impugnaciones.
¿Qué pasó entonces en los comicios locales de Veracruz y Durango? En el estado norteño Morena es oposición y en Veracruz se reflejaron las encarnizadas luchas internas que hay en Morena, independientemente de que faltó el gran estratega.
¿A poco un millón 53 mil votos -es la diferencia entre lo obtenido en la elección que ganó Nahle y la que acaba de pasar, de alcaldes- es “normal” que se pierdan de un año para el otro?
La mala selección de candidatos, no aplicar la operación cicatriz y no retener como aliado al PT son factores que sí repercutieron en una baja, ¡pero no representarían perder más de un milón de votos!
¿Qué pasó entonces? La explicación más lógica es que Morena no aplicó la misma “técnica“ electoral empleada a nivel nacional un año atrás.
Y sería por eso que regresó a los resultados “normales” que se dan en Veracruz.
De que hubo este año presiones a candidatos de oposición y alteraciones en los conteos, los hubo, pero no al grado de los aplicados en 2024, cuando contra todo pronóstico Morena y sus aliados no solo ganaron ampliamente la elección presidencial sino que hicieron polvo a sus opositores en las elecciones de diputados y senadores.
La gobernadora Rocío Nahle quiso manejar sola los comicios, le enojó la intromisión de Andy López Beltrán y éste, así como la dirigenta Luisa María Alcalde, por decirlo de alguna forma sacaron las manos de Veracruz y el resultado fue lo que ya sabemos, el retroceso de Morena.
¿Habría ganado Morena la gubernatura de Veracruz de no haberse aplicado la estrategia aplastante y tomando en cuenta el pésimo gobierno de Cuitláhuac García? Queda la duda, por lo pronto ahora se sabe que en condiciones menos disparejas Morena anda en alrededor de un millón de votos en tierras veracruzanas.
¿Entonces Morena se enfila a perder la mayoría y el control que ejerce en la Cámara de Diputados, en las elecciones de 2027?
Pues si sus conflictos internos se agudizan y el factor Donald Trump hace que terminen exhibiéndose entre ellos, por su corrupción y sus relaciones peligrosas, sí.
Pero puede suponerse que harán a un lado sus diferencias, no por su inteligencia política, sino por simple instinto de supervivencia.
Por eso, en 2027, podríamos ver de nueva cuenta “magia” y otras elecciones con resultados sorprendentes y aplastantes, sobre todo si la oposición no ha aprendido (o no puede) que tiene que colocar a representantes bien capacitados y leales en todas las casillas. ¿Podrá hacerlo?
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