noviembre 30, 2025

En Esta Hora

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Cinismo

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En la 4T, el cinismo dejó de ser un defecto para convertirse en un distintivo, en una marca de poder.

En los escenarios de Morena, donde la moral se acomoda según la conveniencia del día, los personajes desfilan con una impunidad que ofende al ciudadano común y confirma que la justicia –esa que tanto prometieron rescatar—hoy vive secuestrada en algún rincón de Palacio Nacional.

Ahí están, con la sonrisa intacta y la soberbia por delante, Adán Augusto López, Cuauhtémoc Blanco, Gerardo Fernández Noroña y Pedro Haces, entre otros.

Todos ellos, con prontuario más que trayectoria, han aprendido el arte de la simulación.

Se dicen hombres del pueblo mientras acumulan poder, favores y privilegios.

La justicia, cuando los roza, se retira obediente: saben que en Palenque –donde se reparte la bendición política—el perdón es automático para los incondicionales de fe ciega.

Layda Sansores y Rocío Nahle, por su parte, representan la otra cara del cinismo: la del poder con tintes de arrogancia.

Sansores gobierna desde su púlpito mediático, donde se cree dueña de la moral ajena, mientras Campeche se hunde en inseguridad y desorden.

La señora Nahle autoproclamada ingeniera de la reconstrucción veracruzana, administra un estado convulsionado, con la soberbia de quien confunde el presupuesto público con un cheque en blanco y al portador.

Ambas, tan seguras de su supuesta sabiduría, desdeñan la crítica y desoyen a la realidad.

La 4T nació garantizando ética, transparencia y justicia. Pero su teatro político está poblado por los mismos vicios que juró desterrar.

Los militantes de Morena desfilan con la impunidad tatuada en la frente, amparados por un sistema que protege a los suyos y castiga solo a los adversarios.

En ese mundo al revés, el cinismo no es un pecado: es una estrategia de supervivencia.

Porque en el México de hoy, quienes deberán rendir cuentas se ríen de la ley. Y quienes la exigen son tachados de conservadores, traidores o enemigos del pueblo.

La pregunta ya no es cuánta corrupción hay en la 4T, si no cuánta desvergüenza más puede soportar un país que, entre la resignación y la burla, ve como los cínicos gobiernan con impunidad y los honestos pagan las consecuencias.

La conducta descarada y desvergonzada de mentir o defender acciones reprobables, está en cada oficina de la llamada 4T.

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