agosto 16, 2025

En Esta Hora

Porque la noticia… no puede esperar

CANTALETA GUINDA

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Los morenistas en el poder asimilaron ‘a golpe y porrazo’ la cantaleta del ‘hermano’ de Adán Augusto, y propietario de la finca cuyo nombre es conocido hasta en ‘Punta Nemo’, el lugar más alejado del mundo.

Y por más que exalten su mantra de pureza, han demostrado que lo suyo no es la congruencia.

“No somos iguales”, repiten con una actitud de superioridad moral, como si las palabras bastaran para borrar abusos, contradicciones y complicidades.

Pregonan con una fe casi religiosa: “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”.

Y al soltar el estribillo, los más destacados militantes ni se sonrojan ni parpadean ni ven ni escuchan.

Pero el discurso, lejos de inspirar confianza, provoca burla y hasta indignación.

Porque en los hechos, los que llegaron con la bandera de la transformación, resultaron peores a los que tanto criticaron.

Han perfeccionado el cinismo, han hecho del disimulo una estrategia, y del poder…un botín.

Ahí están los que mintieron descaradamente para llegar al cargo, los que robaron presupuestos bajo nuevos esquemas disfrazados de ‘programas sociales’, y los que traicionaron la causa para acomodarse en las altas esferas, premiados con embajadas, gubernaturas, consulados o direcciones de empresas públicas.

Todo esto, mientras a los ciudadanos se les exige fe ciega y obediencia.

El problema no es solo la hipocresía, sino la impunidad. Porque ni son iguales ni quieren parecerlo: se pasean como Juan por su casa, blindados por el aparato del Estado, por la narrativa oficialista, por la distracción mediática.

La crítica es objetada con desdén, cobijados por las nuevas reformas judiciales; en algunos casos, en clara violación a los artículos VI y VII de la Constitución que garantizan la libre manifestación de las ideas y su difusión.

Hay preocupación ante la aplicación de nuevos mecanismos de censura.

Gran parte de la población mexicana –incluso quienes les dieron el beneficio de la duda—, mira con desencanto a una clase política que prometió transformar y terminó por deformar.

No basta con slogans, ni con la cantaleta de principios que no practican.

El pueblo no necesita más discursos vacíos. Necesita gobernantes honestos, eficaces y coherentes.

Porque si de verdad no fueran iguales, lo primero que harían sería demostrarlo con hechos y no con una simulación casi perfecta.

Lo del segundo piso es otro cuento de nunca acabar.

Imagen de portada: Redes sociales

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