Ante situaciones extremas, medidas extremas. Decimos esto porque la delincuencia en Veracruz está desatada en sus guerras y en sus acciones criminales.
Así las cosas, tal vez sea el momento de acusarlos con sus abuelitas o de intensificar los abrazos para que les llegue el arrepentimiento, se rindan y se entreguen a las autoridades. Uuff.
No hay forma de que la delincuencia organizada opere tan impunemente sin la complicidad de quienes están involucrados en preservar la seguridad pública: altos jefes, mandos medios y tropa. No todos, pero sí gente clave.
Conocen a todos cárteles y grupos que los apoyan en las distintas regiones de Veracruz. En la mayoría de los casos saben quiénes encabezan a las organizaciones y células criminales.
Saben dónde actúan: ciudades, colonias, calles, poblados rurales, caminos, carreteras.
Tienen conocimiento de su forma de operar, cómo extorsionan, cómo venden, cómo asaltan, cómo secuestran o dónde venden sus mercancías.
No desconocen que controlan los penales, lugares donde venden drogas, controlan las tiendas, concesionan privilegios y desde ahí realizan extorsiones.
También saben de las rutas para trasladar los estupefacientes y a los migrantes (negocio que está cayendo por las medidas de Trump).
Y ni modo que desconozcan en qué zonas roban combustibles, así como los tramos carreteros en los que asaltan y los horarios.
Son muchos años de realizar las mismas acciones criminales y no pueden ser desconocidas por quienes están a cargo de la seguridad pública o de la procuración de justicia.
Todo esto no puede pensarse que haya ocurrido sin que existieran acuerdos, pactos, entre los criminales y autoridades.
Hoy, como ayer, vemos y resentimos los asaltos, secuestros, extorsiones y asesinatos y entonces son válidas estas preguntas: ¿algunos jefes policiacos, actualmente, tienen acuerdos con los cárteles?, ¿no pueden o no quieren combatir a los sicarios?
Las respuestas las podrían dar, entre otros, el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Reyes Garcés, y la fiscala general Verónica Hernández Giadáns.
SALVO QUE ALGUIEN de muy arriba en Morena intervenga, ya no se ve forma de que haya arreglo en el pleito entre quienes están alineados con la gobernadora Rocío Nahle y el senador Manuel Huerta.
El senador declaró ayer, tras lo que le hicieron el sábado en su informe (pancartas en su contra y altercado con sus seguidores) que no hay riesgo de fractura en Morena porque la base está unida, pero la verdad es que la fractura ya existe.
Y si la dirigenta Luisa Alcalde o el secretario de Organización Andy López Beltrán quisieran ordenarle a la Gobernadora que calme la situación, no se cree que Rocío Nahle les haga mucho caso, como tampoco se cree que el senador haga caso si alguien lo llama a establecer una buena relación con la mandataria veracruzana.
De aquí a que llegue el episodio final en las elecciones de Poza Rica seguiremos viendo cómo se ahondan las diferencias y después seguramente se intensificarán los conflictos con miras a la selección de candidatos a diputados en 2027.
El dirigente estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta y el delegado de Bienestar, Juan Javier Gómez Cazarín, entre otros, tendrán que emplear nuevas tácticas porque hasta ahora van perdiendo ante el senador.
Imagen de portada: https://mxplus.tv/
Historias similares
Rocío Nahle, casi un año
Un plagio cuádruple//Sin tacto – Sucesión UV (30)
Aguas, ya anunciaron el atraco