Tuve la dicha de haber nacido en el puerto de Veracruz, no soy jarocho, soy porteño, soy parte de la generación considerada “niños de la calle”, nuestra madre o nuestro padre de manera constante nos mandaban por las compras diarias, a temprana edad recorría las calles y callejones de Veracruz e incluso a altas horas de la noche, caminar por el malecón, dar de vueltas al zócalo, correr por el boulevard, caminar en la arena descalzo y meterse al mar, son momentos inolvidables que lograr traer a la mente la Letra de Agustín Lara: “Veracruz, rinconcito/ Donde hacen su nido/ Las olas del mar/ Veracruz/ Pedacito de patria que sabe sufrir y cantar”
La llegada del futbol al “Pirata Fuente” – después de 10 años sin futbol profesional – con el regreso de los Tiburones Rojos en la temporada 89/90 provocó un fenómeno que aún hoy se recuerda con cariño y orgullo en el puerto: la famosa “Tiburomania”, esa pasión que logró que – aún aquellos que no les gustara el futbol y las mujeres – participaran cada 15 días en el carnaval que se llevaba a cabo camino al Estadio e incluso apoyara al equipo en sus juegos de visitante, todo un mar de aficionados llenando el Estadio cada 15 días y sobretodo, demostrar a través del futbol la alegría y la pasión de los porteños y aficionados de otras partes del Estado que verdaderamente Veracruz era un manicomio con vista al mar, ahí va una historia:
Antes del partido estelar, se enfrentaban las reservas de ambos equipos, era el único estadio del país que las reservas jugaban con estadio lleno, ni los propios jugadores daban crédito, ¿porque a las 12 del día ya estaba lleno el estadio su el partido era a las 4? No importaba el rival, ni las condiciones climatológicas, no importaba el sol de 40 grados, la espera del partido estelar era una delicia, todo un espectáculo, no habían falta fuegos pirotécnicos, el aficionado era la luz y el fuego en el estadio, un espectáculo digno de verse en vivo, no hacían falta artistas que animaran el ambiente, los aficionados éramos los artistas especiales, las estrellas principales de un juego que – más allá del marcador final- nos permitía disfrutar de nuestro deporte favorito y apoyar a quienes representaban con dignidad los colores característicos de los Tiburones Rojos de Veracruz, sentarse en la parte de en medio del Estadio era parte del plan de llegar temprano, sin embrago, al final no importaba el lugar, ni cuantas horas estar a la espera, ni el calor, lo que realmente interesaba era estar dentro del “Pirata Fuente”, lanzar porras de apoyo a nuestro equipo, ¿el sol? era un amigo más que estaba sentado al lado.
Durante el primer juego como local de los tiburones, ocurrió algo muy “especial”, demasiado especial: antes del juego se hablaba que el estadio era un estadio “viejo” y que podía caerse con tanta gente, el Estadio estaba lleno es más, seguro había sobre cupo y antes del silbatazo inicial, el estadio se movió, lo primero que se pensó era que el vaticinio se iba a cumplir, el estadio era muy “viejo”, sin embargo, no fue el estadio ni el sobre cupo, realmente estaba temblando, se decía que tanta energía lo provocó… y así quisimos pensarlo.
Para hacer más glorioso el regreso de los tiburones rojos al puerto de Veracruz – aunque el estadio se encuentra en Boca del Rio – a pesar de las derrotas constantes y de no poder sacar puntos como visitante, el aficionado y todo veracruzano presumía que teníamos al líder de goles, un argentino – lamentablemente el final de su carrera y vida personal no fue la mejor – que resultó campeón de goleo, eso era una felicidad increíble, ¿cómo un equipo recién ascendido tenia al mejor delantero del futbol mexicano? ¿Cómo un equipo de provincia? Nada nos quitaba ese orgullo a pesar que cada noche antes de dormir…había que rezar para que el equipo no descendiera.
Digno es de mencionar cuando por el sonido local se daba la alineación para el juego, al mencionar a los jugadores locales el apoyo era de otra dimensión, no era un aplauso normal, era la entrega total del aficionado a su equipo, ¿cómo no se iba uno a emocionar der la comunión entre equipo y afición? En una visita del Puebla, los jugadores del equipo visitante – para congraciarse con la afición – lanzaron dulces típicos a las gradas, la afición los devolvió al terreno de juego, esa era la entrega total.
A pesar de estar más de 30 mil aficionados más de 3 horas a la espera del juego, los ánimos seguían intactos y más, uno por uno iban saliendo los tiburones desde los vestidores pero al mencionar a Jorge Comas, literalmente “se caía el Estadio” ¿cómo no van a ser vanidosos los argentinos? era una entrega más allá de lo normal, era un Estado de la Republica gritando el apoyo a su equipo – en el estadio había aficionados de todas las partes de Veracruz – queríamos que se salvara del descenso los Tiburones Rojos pero también soñábamos con tener al final de la temporada nuestro campeón de goleo para gritarlo al país, es cierto, la Tiburomania fue un fenómeno social y deportivo digno de una serie de Netflix…aunque me acusen de exagerado.
Al final de cada temporada la FMF – Federación Mexicana de Futbol – hacia la entrega de los premios “Citlalli” a los mejores jugadores de cada temporada, mejor portero, mejor defensa central, mejor medio, mejor delantero, mejor técnico y para orgullo del Estado de Veracruz, por primera vez se entregó el premio a la mejor afición del futbol mexicano, sin afición rival de por medio, la Tiburomania rindió frutos: el equipo se salvó del descenso, tuvimos al campeón de goleo y fuimos reconocidos como la mejor afición de México, por cosas buenas…Veracruz se puso de moda.
P.D.- Con el ánimo que por cosas buenas – como ayer – hoy Veracruz se ponga de moda…Escribiré otro día.
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