agosto 17, 2025

En Esta Hora

Porque la noticia… no puede esperar

De Nados Sincronizados a la “obediencia ciega”

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Esta mañana revisando los periódicos digitales y las redes sociales, un nombre se repetía en las cabezas de varias notas, columnas, incluso hasta memes, como si de “un nado sincronizado”, se tratara: Manuel Huerta aparecía em todos los sitios, algunos titulares eran duros, otros suaves, pero en su mayoría contra él.

Le di un sorbo al café y disfruté su amargo sabor, mientras miraba hacia el horizonte recordé la trayectoria de Manuel. Fue el primer dirigente estatal de Morena en Veracruz y, antes de eso, un militante de toda la vida en la izquierda. Desde joven participó en las luchas más duras: junto a Fidel Robles Guadarrama (DEP) fundó Ucisver en los noventas, esa unión de colonos, inquilinos y solicitantes de vivienda que terminó convirtiéndose en una colonia de 13 hectáreas en Xalapa donde hoy viven más de dos mil personas. Ese logro no se consiguió desde un escritorio, sino en las calles, organizando, tocando puertas y enfrentando al poder.

Se fue a la ciudad de México y allá se convirtió en un activo importante de la izquierda, caminó al lado de Andrés Manuel López Obrador, en aquella marcha de Xi-Nich y de ahí su participación al lado de López Obrador fue permanente. Fundaron Morena y cuando le tocó dirigir Morena en Veracruz, no solo condujo procesos internos complejos, sino que lo hizo en el momento histórico en que Cuitláhuac García, llegó a la gubernatura y Andrés Manuel López Obrador a la presidencia. Ahí, Morena se consolidó como el partido en el poder.

En el sexenio del 2018 al 2024 le tocó estar al frente de la Delegación de Bienestar y recorrió cada rincón de Veracruz. No se limitó a aparecer en los medios; trabajó en territorio, con comunidades olvidadas, con la gente que no suele ser escuchada. Y cuando llegó el momento de definir la candidatura al gobierno estatal, las encuestas lo favorecieron ampliamente. Ganó, sí, pero aceptó hacerse a un lado porque “tocaba mujer”. Y no solo se retiró: se puso a trabajar con disciplina y empeño para que Rocío Nahle ganara la elección. Lo hizo sin rencores, con lealtad al proyecto que ayudó a fundar.

Y hoy, paradójicamente, esa lealtad parece olvidada. Se han organizado, desde dentro, para intentar destruirlo políticamente. El actual dirigente estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta, lo ha llamado “enemigo” de la gobernadora, acusándolo de traidor a la 4T. Otros, como Adanely Rodríguez, excandidata a la alcaldía por Poza Rica han pedido abiertamente su expulsión. Los señalamientos van desde presuntos vínculos con Movimiento Ciudadano y el PT, hasta la idea de que busca dinamitar la unidad interna.

Lo que estamos viendo es un linchamiento adelantado, un intento de frenar a quien no ha perdido presencia ni capacidad de tejer acuerdos. Y eso es precisamente lo que incomoda: que Manuel entiende la política como puente, no como trinchera; como diálogo, no como cerco. En Veracruz parece que nos hemos acostumbrado a vivir polarizados, a decidir quién es bueno y quién es malo según la consigna del día, a romper puentes y patear al que no se arrodilla.

Quise darle otro trago al café, pero ya no tenía, me lo acabé muy rápido, entre recuerdo y sorbo se esfumó ni primer café de la mañana, decidí ir por la segunda taza mientras leía una de las entrevistas con Huerta, en la que hacen alusión al reconocimiento público del alcalde electo de Poza Rica al senador y que tanto escozor provocó entre la militancia guinda, Manuel dijo a la Silla Rota, que “Esto es parte de la política, no estamos metidos en un monasterio, estamos haciendo relaciones políticas públicas, que tienen relación al pueblo, institucionales; nunca nadie se va a enojar por eso”.

Y agregó que el alcalde de Orizaba por el PRI, Juan Manuel Diez Francos, también hizo un reconocimiento público a la gobernadora Rocío Nahle García, a quien le agradeció por su trabajo en favor del municipio y criticó la gestión del exgobernador Cuitláhuac García. “-Es como si yo sospechara que mi gobernadora fue a Orizaba a ver al alcalde del PRI y se florean mutuamente y atacan a otro compañero del partido como hablaron mal ahí del exgobernador, cuando menos el alcalde de Orizaba, y nadie dijo nada”.

Me imaginé a Huerta respondiendo a los compañeros reporteros, y sonreí. Pensé que se quedaba una pregunta en el aire, aunque es peligrosa: ¿qué significa realmente la lealtad en un partido que ha convertido la disciplina en un dogma? Si la respuesta es “obediencia ciega”, entonces el costo no será solo para Manuel Huerta, sino para todo Morena en Veracruz. Y ese, créanme, es un lujo que el partido en el poder no puede darse.

… Y que me tomó el último trago de la segunda taza de café de la mañana.

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