La comunicación oficial tiene vertientes de una formalidad y protocolo que reúnen normas y reglas establecidas, y algunas no escritas, de una forma sui géneris (única en su género).
Por mi modesta experiencia en el quehacer de las instituciones en su conjunto, considero que el principal objetivo es transmitir información —interna y externa— que comunique para difundir, de manera óptima, lo más relevante.
Y es que, a diferencia de la comunicación informal, la oficial reviste la necesidad de ser más estructurada y direccionada, con la mejor precisión y claridad posible, ante una población —de todas las edades— que cada día demanda que se le explique el acontecer con más claridad y objetividad. Incluso compitiendo con las benditas redes sociales, que a veces son subjetivas o imprecisas —por no decir más cercanas al rumor, chisme y mentira—, y que lejos de informar, solo desinforman.
Hay a quienes la vida pública nos inspira con emoción para servir y aportar en el quehacer de las instituciones, incluso por encima de todas las intrigas que suelen rodearle. Esto, porque quienes son incapaces para servir y aportar capacidades y talentos, a través de la intriga —misma que tiene el sueño muy ligero y no duerme—, insanamente se dedican solo a querer congraciarse con quien sea el superior, amigo o no, hablando mal y sin probar, solo causando perjuicios.
DE SOBREMESA
Estar al frente de Comunicación Social del H. Congreso del Estado de Veracruz debe ser una gran distinción, y así lo aseguran algunos de los personajes —mujeres y hombres— que han pasado por esos terrenos.
La participación de Esaú Valencia Heredia, en casi nueve meses en esa posición, deja claro que entregó capacidades, tiempo, esfuerzo y talentos en el conocimiento del medio y a los hacedores de la comunicación desde sus diversos géneros. Además, obtuvo resultados extraordinarios con los diputados y diputadas de todos los grupos legislativos.
Nuestro querido Esaú sale sin empujamiento alguno, pues además de la calidad y clase de profesional responsable que es —me consta, pues proviene de una cuna, hogar y familia ejemplar, con padres y hermanas de gran calidad y calidez como seres humanos—, sabe que dentro y fuera de las instituciones también se debe y puede servir a Veracruz y los veracruzanos, y más si cuenta con el visto bueno de quien encabeza los destinos de la entidad.
Las decisiones superiores se respetan, pues así se demuestra la lealtad genuina, y solo el tiempo dirá si son o no para bien. Pero los cambios y ajustes en el tablero oficial de todo ente público siempre estarán latentes. En el sector oficial, al llegar a un puesto, el equipaje debe estar listo para cuando avisen que debe uno irse o mudarse a otro sitio, dado que los espacios en el quehacer público no son patente ni se escrituran a las personas.
UN CAFÉ LECHERO LIGHT
Ojalá que en todos los puestos —no solo en el Poder Legislativo de Veracruz— dejen de darse las prácticas de intrigas políticas que solo erosionan y desgastan las honras y el prestigio de las personas de bien.
Diría Don Luis Buñuel en su gran película Los Olvidados: esta etapa es digna de estudiarse por expertos en psicología de la conducta y sociología, y quizá hasta por especialistas en derechos humanos y en la injusticia social. La población no necesita servidores públicos arrinconados, amedrentados, olvidados y lastimados en sus afectos y sentimientos, por algunos desajustados que poco aportan en beneficio de las buenas prácticas desde el gobierno. Pero allá quienes les oyen y les hacen caso.
UN CAFÉ DE OLLA DE BARRO
Alguna ocasión, una mañana de principios de año en 1992, tomando café en el comedor de su casa, Mamá Isabel (QEPD) me tomó de la mano y me dijo: “Hijito, siempre hay una justicia divina, y no hay mal que por bien no venga”.
Ese refrán español demuestra que de cada situación negativa o adversidad siempre se puede extraer algo positivo o beneficioso, y una oportunidad de crecimiento y aprendizaje.
¡ES CUANTO!
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