agosto 1, 2025

En Esta Hora

Porque la noticia… no puede esperar

Tener la claridad de que uno fue, es y seguirá siendo

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Todo inició gracias a las vacaciones que tengo desde hace un mes y a la cantaleta de Emiliano diciéndome que revisara mi hemeroteca, porque había demasiado papel acumulado. Al principio solo me asomaba y, nada más de ver el mundo de papel que estaba doblado de mil maneras y la reducción que habían hecho Emiliano y Gabriel de los archivos del periódico El Chiltepín, a casi la mitad de lo que originalmente había dejado ahí hacía seis años, se me retorcía el estómago y se me trababan los nudillos de mis dedos. Cerraba el archivo de nuevo, para irme a mi casa a rumiar semejante sacrilegio frente a una taza de café.

Días más tarde salió el tema del 25 aniversario del periódico y entonces entendí que no tenía salvación, y que tendría que tragarme mi enfurruñamiento e ir a revisar mi hemeroteca. Grandísima fue mi sorpresa cuando me encontré con una población numerosa de polillas que atacaron mis valiosos periódicos y revistas durante casi cinco años, haciéndolos trizas. Y ahora no solo se me retorció el estómago, sentí duras punzadas en mi corazón que me hicieron sentir un odio que jamás había sentido contra un ser vivo, como esas maldi… polillas.

Pero no me quedó más remedio que aceptar el abandono en el que había dejado mi hermoso archivo y mi amada hemeroteca. Así que, entre la polilla y el polvo, comencé a encontrar mis archivos y a sacudir recuerdos, entre los que fui descubriendo lo maravilloso que es el oficio de reportera, que había olvidado desde el 2021, con aquellas entrevistas que hice por Zoom, cuando empezaba el COVID-19 y el uso de esa plataforma que me permitió, por aquellos años, experimentar la reporteada a distancia.

Las horas pasaban como el agua cuando cae sobre las piedras de un arroyito sonoro, y se me empezó a endulzar el día. Me encontré mis primeras notas en 1989 en la revista Línea, que en ese año dirigía el maestro Sergio González Levet; los reportajes que escribí en esos años, cuando la IA y las fotos digitales NO EXISTÍAN. Me maravillé al leer a aquella muchacha de escasos 19/21 años que escribía sobre Nanciyaga, Sean Connery, las pirámides de Teotihuacán, el desalojo de la colonia Revolución, la entrevista de Heberto Castillo, un reportaje y entrevistas sobre los Niños de la Calle, y el reportaje sobre los problemas de los cítricos en Martínez de la Torre.

Las fantásticas entrevistas que le hice a don David Ramírez Lavoignet, en la sala de su casa, y a don Rubén Bouchez Nieto, en el corredor de su domicilio, sobre los cambios de clima en la capital del estado. Un maravilloso reportaje que hice con sendas entrevistas y que el maestro González Levet tituló: “El calor que agobia a Xalapa”. Sin embargo, la entrevista que disfruté volviendo a leer, y que fue editada un 29 de noviembre de 1991 en la revista Línea, fue a don Abel Hernández, el sastre de los políticos en Xalapa. Lo mejor de todo fueron las fotos del maestro Daniel Mendoza A., quien fue fundador y miembro de la agencia fotográfica “Cuarto Oscuro” y que trabajaba por esos años en Línea.

Y ¡zaz! que me encuentro con la cobertura que hice del Congreso estatal del PRD en noviembre de 1990, que se tituló: PRD: la desilusión del Congreso; Esto fue un tamal bien cocido, esto no es democracia… y en la cobertura de fotos: Alberto Morales, el Cat. Y el extracto del discurso de Margarita Guillaumín: “Debemos asumir que en México no existe la democracia, que fue muy deshonesto que apareciera una lista que no fue aprobada por la asamblea, pero tenemos que respetar el voto de la mayoría y exigirles que cumplan con su trabajo. Hemos caído en los mismos mecanismos que hemos criticado: los del PRI-Gobierno…”

Y qué decir de la cobertura de la entrega de la carta de mayoría como diputado federal por el distrito V con cabecera en Misantla del licenciado Celestino Ortiz Denetro, que terminó en una desgracia cuando, al regreso de los asistentes que provenían de la sierra de Misantla, se volcó una camioneta de redilas con priistas. Muchos murieron y otros resultaron heridos, en su gran mayoría del municipio de Jilotepec.

Retrocedí 34 años y suspiré por todas esas historias que reporteaba, escribía y vivía. Pero lo mejor es que aún existen archivos que las polillas no acabaron y que trataré de restaurar, no solo para la memoria colectiva, sino para mi alma, a la que mucho bien le han hecho. Recordar no es solo volver a vivir, sino tener la claridad de que uno fue, es y seguirá siendo.

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