La última vez que fui al Pirata Fuente a ver un partido de fut, fui invitado por Alfredo Ferrari y familia. No es por presumir, pero la vista desde donde estaba era envidiable: ni muy lejos, ni muy cerca; ideal para tener la dimensión exacta del juego a todo lo largo y ancho… Lo mejor: sin sufrir la inclemencia del sol que languidecía. Y sí, fui a ver un partido del Tiburón.
Pregúntenme si tuve ganas de regresar a los baños… ¡por supuesto que no! Las aguas corrían de los sanitarios hacia afuera: agua de riñón combinada con la natural, embarrada en las suelas…
La última vez que estuve en las gradas del Pirata fue durante la inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en Veracruz, disfrutando de 15 minutos de Ricky Martin. No me puedo quejar del asiento… no estaba en un sillón, pero tampoco incómodo.
Ahora que hubo un torneo de futbol en el Pirata Fuente, he leído críticas sobre la remodelación del otrora recinto Tiburón, en especial tres (bueno, cuatro):
El mal diseño de los palcos, que obstaculizan la vista para cierto sector del público, como el del Pueblo Bueno y Sabio…
El tamaño de las butacas, que son exageradamente pequeñas, como si no se hubiera considerado que si algo tenemos los veracruzanos y veracruzanas es trasero: estamos bien dotados (bueno, no todos…).
Las malas condiciones del pasto… que dicho sea de paso, es un problema latente por la zona en la que se encuentra el estadio: un ambiente salitroso. A menos que llamen a ingenieros de Dubái para tenerlo en perfectas condiciones, o se aplique la de Lobeira: una pintadita y ¡reluciente de verde!
Los baños… y el regadero de miados. Y sí, será interesante esperar un drenaje profundo para los mingitorios. Un baño más o menos limpio ya será ganancia…
Estas críticas me recordaron algo que escribí allá por julio del año pasado sobre la gobernadora Rocío Nahle, quien ante los embates de la prensa por esos puntos, dijo esto: En ingeniería, todo se puede.
Transcribo tal cual lo que puse hace un año, aproximadamente:
“Pero no todo es política… En su reciente visita a Boca del Río, donde estuvo al tanto de los avances de la remodelación del estadio Luis Pirata Fuente, Rocío Nahle demostró que los proyectos y las obras no le son ajenas, pues en cuanto escuchó de los encargados que el Pirata, a más tardar, ha de estar listo allá por enero, los apresuró a que debe de estar antes de que concluya su mandato Cuitláhuac, ‘pues es tu legado’, le alcanzó a decir.
Además, cuestionó el drenaje de lo que será el césped del estadio, y si bien le dieron las medidas estándar, comentó que espera que se tome en cuenta que ya hay tormentas atípicas que, en un momento dado, podrían rebasar los 40 ó 50 cm de profundidad contemplados”.
Muy independiente de esas observaciones –y otras que se quedaron en el tintero–, lo cierto es que Rocío Nahle se involucró en la obra; dijera el albañil: metió su cuchara. Y si hay defectos en las estructuras básicas –como una butaca para culitos apretados–, perdón, pero eso no se arregla mandando a Lupita Osorno Maldonado. Eso, y otras cosas más, debieron hacerse antes de que el árbitro hiciera sonar su silbato.
Ahora, si nos atenemos a que ella urgía a los ingenieros a terminar la obra antes de diciembre porque era “el legado” de Cuitláhuac García y esto no fue así –a tal grado que fue en mayo cuando se inauguró el Pirata–, pues señora: ¡la obra es suya! Con sus defectos, con sus errores, con su falta de sentido común… en pocas palabras: o le metieron gol, o se hizo autogol.
Historias similares
De Trump, para Sheinbaum… QUEJAS Y AMENAZAS
La lealtad no se simula, se demuestra con hechos
“MC demostró que Morena no es invencible”: Luis Carbonell