Con apenas dos palabras, la gobernadora Rocío Nahle se hizo a un lado ante uno de los procesos más cuestionados en la historia reciente de la Universidad Veracruzana: la “prórroga” —en realidad, una reelección disfrazada— del rector Martín Aguilar Sánchez hasta 2029, pese a no cumplir el requisito de edad y a contar con el rechazo casi unánime de la comunidad universitaria.
“Allá ellos”, dijo.
Y con eso, dio por zanjado el tema.
El cuestionado proceso ha generado una ola de inconformidad dentro de la comunidad universitaria por no responder al sentir generalizado de docentes, estudiantes y trabajadores.
La postura de la mandataria no es de confrontación ni de respaldo: es de no meterse. Su mensaje deja claro que no intervendrá en la vida interna de la máxima casa de estudios, apelando al respeto de su autonomía. Y aunque desde el punto de vista institucional esa distancia puede entenderse como una forma de garantizar la independencia universitaria, también es cierto que se da en un momento en el que la comunidad esperaba una mayor interlocución, ante una decisión que ha sido vista por muchos como cerrada y excluyente, por no ahondar en el polémico y sombrío rector Aguilar.
La autonomía universitaria es un valor fundamental, pero no debe convertirse en un escudo para decisiones que no concitan consenso; sobre todo cuando se rompen precedentes, se modifican interpretaciones y se vulnera el principio de participación democrática que toda universidad pública debe defender.
Eso sí, la gobernadora, al deslindarse, coloca la responsabilidad en quienes tomaron la decisión: la dichosa Junta de Gobierno. Y ahí es donde recae ahora la mirada pública, no por el hecho de haber ejercido una facultad, sino por cómo se ejerció: ignorando un proceso de consulta que arrojó una clara mayoría en contra de la prórroga; extendiendo un periodo rectoral en condiciones inéditas y, para muchos, forzadas; y dejando a un lado el principio de alternancia.
La frase “Allá ellos” suena a cierre de capítulo. Pero para la comunidad universitaria, el libro sigue abierto. Porque más allá de los formalismos, lo que está en juego es la confianza en sus órganos internos, el valor de su voz colectiva y la credibilidad de su autonomía. Y, desde luego, la estabilidad de la máxima casa de estudios de los veracruzanos.
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